9/9/22

El nacimiento de la egiptología y su llegada a España

Egiptólogos en 1885/1886. De izquierda a derecha: Rochemonteix, Albert Gayet, C. E. Wilbour, Eduard Toda y Gaston Maspero.

El siglo XIX es el siglo que ve el nacimiento de la egiptología como disciplina científica, un nacimiento muy relacionado con el coleccionismo de antigüedades practicado por los aristócratas desde los siglos XVI y XVII, cuando algunos viajeros occidentales se dedicaban a investigar y coleccionar antigüedades de origen egipcio (Bednarski, Dodson, Ikram; 2021, p. 13); cuando también se intentó, de varias formas, estudiar el país del Nilo, por ejemplo, a través de los intentos de localizar los monumentos históricos en el mapa de Egipto, estudiando las pirámides, intentando descifrar los jeroglíficos o estudiando la lengua copta (Bednarski, 2013, p. 1). La egiptología es una materia de difícil definición, aunque una definición simple podría ser: “El estudio de la antigua cultura, historia y arqueología del área geográfica hoy reconocida como el estado moderno de la República Árabe de Egipto” (Bednarski, Dodson, Ikram; 2021, p. 1).

Será durante la campaña napoleónica en Egipto cuando (1798-1801), según muchos autores, se sentarán las bases de la egiptología decimonónica. Napoleón, para agilizar la conquista del país, llevaría consigo a un grupo de académicos que, al estudiar la fauna, flora, historia y antigüedades del país recabarán la información necesaria para la publicación de Description de l’Égypte (publicado entre 1809 y 1828), un compendio de todo lo sabido sobre Egipto en Francia hasta el siglo XVIII. Las publicaciones de estos académicos a raíz de la invasión y de las antigüedades egipcias traídas por los soldados provocaron un interés nunca antes visto por el país africano, también provocada por el orientalismo romántico que ofrecían el arte y el paisaje egipcio (Fernández de Cañete, 2021, p. 47), cuya exploración y estudio sería dividido entre Francia y Gran Bretaña en esta primera mitad de siglo (Bednarski, 2012, pp. 1-3). El término orientalismo, en este caso, hace referencia al uso de elementos orientales (de Oriente Medio y Asia oriental) en el arte occidental, siempre estableciendo una jerarquía entre Oriente y Occidente proveniente del pensamiento imperialista naciente. El orientalismo juega con lo exótico y lo poco familiar, muchas veces recurriendo a estereotipos (Alber, 2013, pp. 110-111). Las campañas napoleónicas en Egipto dieron mucho impulso a este tipo de literatura y producciones artísticas en Francia con, por ejemplo, Salambó de Gustave Flaubert, como caso paradigmático (Meyer, 1991, p. 657).

Jean-François Champollion (1790-1832), el estudioso francés que descifró la escritura jeroglífica egipcia.

Esta egiptología se extendería por toda Europa a finales de los años 20 del siglo XIX, al existir ya material suficiente en los museos de los países europeos y ser posible la traducción de los textos jeroglíficos gracias a Champolion para que los académicos nacionales investiguen y se interesen por la civilización egipcia (Bednarski, Dodson, Ikram; 2021, p. 23). El desarrollo de esta disciplina no vino únicamente dado por el interés académico: los estados europeos se involucraron directamente en su financiación, dotando de los medios y el capital necesarios para apoyar a los investigadores y realizar misiones científicas en el país del Nilo.

Estos países y académicos también trabajarían con el propio gobierno egipcio, colaborador esencial para la creación del museo egipcio y el Servicio de Antigüedades (Antiquities Service), fundado en 1858 y que contaba con personal principalmente europeo, sobre todo francés (Thompson, 2020, p. 5). Instituciones en las que el egiptólogo francés Auguste Mariette tuvo un importante papel tanto en su creación como en su posterior desarrollo, al ser el primer director de esta institución, nombrado por el propio virrey Sa´id de Egipto (Thompson, 2020, p. 228). El Antiquities Service tenía derechos exclusivos de excavación en el país y el derecho de acumular los hallazgos en el museo egipcio del Cairo, el llamado Bulaq (abierto en el año 1863), y realizaba inspecciones anuales a partir del año 1858 a lo largo del Nilo para acumular estos hallazgos y llevarlos a este museo (Ikram, Omar, 2021, pp. 28-29).

Auguste Mariette (sentado a la izquierda) en las pirámides de Guiza junto con el emperador Pedro II de Brasil (sentado a la derecha) en su visita a Egipto en 1871. Egipto se había convertido en un destino turístico internacional,

Este desarrollo académico será paralelo al desarrollo del coleccionismo de antigüedades que antes mencionábamos, y serán claramente dependientes el uno del otro: los museos nacionales se alimentarán de las colecciones egipcias reunidas por las misiones arqueológicas de los Estados o por la compra de colecciones completas a coleccionistas privados (Stevenson, 2015, p. 2), y la egiptología será desarrollada como disciplina a partir de las piezas en los museos europeos, al menos en este primer momento, ya que posteriormente, tras la creación del museo del Bulaq, que servirá de lugar de investigación, además de como lugar de visita tanto para europeos como para nativos, como Mariette deseaba (Thompson, 2020, pp. 234-235).

¿Y en España? ¿Cuál era la situación de España respecto al resto del mundo en materia de egiptología? España trataría de emular al resto de potencias respecto al interés en Egipto, pero serían intentos de corta vida y sin mucho éxito. Un ejemplo fue la adquisición de antigüedades durante la inauguración del Canal de Suez en 1869, cuando, además, el Museo Arqueológico Nacional (MAN) planteó enviar trabajadores a adquirir piezas egipcias (aunque se le negó la posibilidad). Otro ejemplo será la misión arqueológica de Juan de Dios a lo largo del Mediterráneo, que no tendrá éxito en materia de antigüedades egipcias. La colección egipcia del MAN estaría principalmente alimentada por las donaciones y ventas de coleccionistas privados, como Eduard Toda (Villar, 2021, pp. 397-400), que vendería al MAN alrededor de 1360 piezas egipcias en el año 1887, un año después de regresar de Egipto, donde entabló amistad con los miembros del Service y participó en sus viajes arqueológicos, por un precio de 27500 pesetas (Pons, 2018, pp. 1079-1086).

Sin embargo, no podemos evitar destacar los esfuerzos e iniciativas previas al siglo XX, como las piezas adquiridas por Franco Dávila o el Conde de Villalcázar en el siglo XVIII; aunque la mayor parte de las piezas llegarán tras el Sexenio Revolucionario, cuando se trató de emular a las potencias europeas en el plano cultural. Entre algunos de los coleccionistas de este período podemos destacar a Juan Víctor Abargues, a Eduard Toda, a Tomás Asensi, al Barón de Minutoli o a Federico Rauret (Albarrán, 2020, pp. 297-309). La mayor parte de las piezas de estos coleccionistas fueron adquiridas directamente en Egipto y donadas al MAN en Madrid. Junto a estas donaciones llegarán los primeros estudios sobre piezas egipcias realizados por españoles, como los de Juán de Dios de la Rada o José Ramón Mélida (Molinero Polo, 2004, 15-24).

Eduard Toda en la cubierta del Bulaq, el barco en el que el Service realizaba sus viajes de inspección por diversos lugares arqueológicos. 1886.



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