El Conde Drácula, creado por el irlandés Bram Stoker,
es el más famoso de todos los vampiros, y reconocido por la crítica ya en
1897, cuando se publicó originalmente, habiendo recibido la novela a la que da
nombre buenas críticas por parte de autores tan importantes como Arthur Conan
Doyle u Oscar Wilde, que además era amigo personal de Stoker. Drácula, la novela, es una obra
epistolar narrada desde varios puntos de vista, y Stoker tardó siete años en
componerla por el meticuloso trabajo de investigación que llevó a cabo
(investigando sobre, por ejemplo, Transilvania, o naufragios, para retratar con
fidelidad el naufragio del Demeter).
Drácula marcaría la estructura y gran parte del imaginario que ha llegado a
nuestros días respecto a los relatos de vampiros, que comenzaría Polidori. El
castillo sobre un precipicio en el que habita el Conde, por ejemplo, es una de
las imágenes más características de los relatos de estas criaturas y una imagen
muy paradigmática del paisajismo romántico, entre otros muchos de los tropos
vampíricos que Stoker cristalizaría con Drácula (López Frías, 2017, pp. 86-89).
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Portada de Drácula, 1901. Archibald Constable & Co Ltd. |
Si Polidori comenzó el mito, y Le Fanu popularizó a las
vampiresas, Stoker cristalizó el mito en nuestra cultura construyendo sobre los
arquetipos que estos crearon, siempre con un trasfondo gótico. Cualquier
persona es capaz de describir a Drácula, especialmente al cinematográfico
(Twitchell, 1980, p. 84), porque se convertiría en el arquetipo de vampiro por
excelencia. El Conde, que tiene la intención de mudarse de su hogar ancestral
en Transilvania a Londres, se involucrará con Jonathan Harker y su prometida
Mina Murray. Tras aterrorizar a Jonathan, con ayuda de tres vampiresas que
habitan en su castillo, se mudará a Londres, donde matará y convertirá en
vampiresa a Lucy Westenra, amiga de Mina. Tras esto, Jonathan, Mina, los tres
pretendientes de Lucy y Abraham Van Hellsing, que ocupará de cazavampiros de la
novela, darán caza al conde, finalmente viajando a su castillo en Transilvania
para darle muerte.
Stoker recoge parte de la tradición vampírica
anterior, como el poder de los vampiros de convertirse en animales (que no
tenían por qué ser murciélagos) o su debilidad ante ajos y cruces, y la altera,
añadiendo elementos que no aparecían antes como la incapacidad de reflejarse en
espejos o el no proyectar sombra, elementos que se añadirán al repertorio de características
típicas de estas historias. Además de la tradición literaria, ya que se cree
que una de las grandes inspiraciones para la creación de Drácula fue la lectura
de Carmilla (Paradela, 2012, p. 213),
Stoker también cogería elementos de la Historia, pareciendo Drácula inspirado
en Vlad el Empalador, como muestran los pasajes que se refieren al pasado del
Conde. Otras interpretaciones le dan un origen irlandés, y no transilvano, al
Drácula de Stoker. Concretamente, ponen su origen en los vampiros irlandeses,
que se habían comenzado a estudiar alrededor del 1880 (Curran, 2000, p. 15),
aunque esta no es otra de las muchas interpretaciones que se le han dado a la
creación del Conde.
Drácula ha sido interpretado, muchas veces, como una
fuerza anárquica, que irrumpe el orden burgués, alterando su pureza social y
sexual. Sin embargo, el Conde no parece una fuerza anárquica: está atado a
normas, y es destruido por el conocimiento de sus normas (aversión al ajo,
rosas, imposibilidad de salir de noche, necesidad de dormir en su ataúd,…)
(Ferguson, 2004, p. 230). También se lo ha leído en ocasiones como un
estereotipo antisemita, aunque no nos detendremos en ello, por brevedad (Loew,
2021, pp. 144-147). Los héroes parecen representar al mundo moderno, con su
ciencia, sus máquinas de escritura, trenes o viajes de un lado a otro del Canal
de la Mancha,… contra una criatura antigua, que representa la irracionalidad
(McWhir, 1987, pp. 31-34) y el pasado feudal (Mubarki, 2020, p. 1), pese a estar
atada a normas estrictas. Sin embargo, las interpretaciones más populares sobre
Drácula son las sexuales, tanto la que ve a Drácula como un depredador de
mujeres, como Lucy o Mina; como la que lo ve como otro caso de demonización de
la homosexualidad, como ya lo era Carmilla y otros vampiros anteriores.
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Bram Stoker, 1906 |
El rol de las mujeres en Drácula es múltiple: de malignas vampiras, como las que habitan con
Drácula en su castillo e intentan seducir a Jonathan; a víctimas convertidas en
monstruos irracionales, como Lucy; a heroínas sacrificadas reminiscentes de la
Nueva Mujer (Senf, 1982, pp. 33-34), como Mina Harker, quizás el personaje más
inteligente de la novela junto con el propio Van Hellsing. Drácula, además de
mostrar interés en Mina, muestra interés también en Jonathan, interés que
algunos autores han interpretado como interés homosexual oculto (Nee, 2020, pp.
81-83). Otras interpretaciones de la relación entre el matrimonio Harker y
Drácula lo leen de forma más tradicional: de lucha por la posesión de Mina,
viendo a Drácula como agresor y depredador, con Jonathan defendiendo a su mujer
(Kuzmanovic, 2009, pp. 411-422).
La interpretación que ve a Drácula como otra visión
demonizada de la homosexualidad suelen argumentar tanto esta supuesta
infatuación de Drácula con Jonathan, como con la especulación respecto a la
propia sexualidad de Stoker. De hecho, Stoker comenzaría a escribir Drácula un
mes después del encierro de Wilde, con quien tenía una relación en ocasiones
leída como amorosa. ¿Es probable que Stoker fuese homosexual y estuviera en el
armario (Schaffer, 1994, pp. 381-385), y la caracterización de Drácula como
homosexual (aunque tampoco hay unanimidad en esta lectura del Conde) sirviese
como tapadera tras ver las consecuencias de no permanecer en el armario lo
suficientemente bien, como le ocurrió a Oscar Wilde?
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Bela Lugosi interpretando al Conde, 1931. Universal Studios. |
Sean cuáles fueran las intenciones de Stoker al
escribir Drácula, lo importante es que creó un tipo de vampiro que se
cristalizaría en nuestra cultura, y que crecería y evolucionaría en el futuro.
El vampiro de Drácula es una criatura
irredimible, que no se refleja en espejos ni sobrevive al contacto de la luz
solar. Es vulnerable al ajo, a las rosas y a los crucifijos, y tiene la
capacidad de controlar y de convertirse en animales (entre ellos el
murciélago); y su víctima predilecta son las mujeres casaderas. Del arquetipo
de Drácula saldrán los diferentes vampiros, con diferentes características, que
poblarán el cine y la literatura de todo el siglo XX (Clasen, 2012, pp. 391-393).
Pero Drácula no pudo existir sin Ruthven ni Carmilla, y por eso era necesario
destacarlos, así como era necesario destacar uno de los temas más comunes de la
narrativa de vampiros que aquí hemos expuesto: la depredación de mujeres (y
hombres) jóvenes, en ocasiones caracterizada como transgresión sexual que debe
ser castigada.
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