En este libro Nuccio Ordine, profesor de literatura en
la Universidad de Calabria, presenta los diferentes argumentos mediante los
cuales algunos autores clásicos de todos los tiempos (desde filósofos griegos
hasta Gramsci) defienden el cultivo de los saberes inútiles, esto es, que no
ofrecen beneficios ni tienen un fin utilitarista dentro de la lógica del
mercado. Ordine plantea los riesgos a los que estos “saberes inútiles”
(Historia, literatura, teatro,…) se enfrentan en este contexto, y
les da otra utilidad, no utilitarista, a estos saberes inútiles. Les da la
labor de “alimentar la esperanza, de transformar su inutilidad en un utilísimo
instrumento de oposición a la barbarie del presente, en un inmenso granero en
el que puedan preservarse la memoria y los acontecimientos injustamente
destinados al olvido”.
Ordine le da la utilidad a la literatura, en todas sus formas, de hacernos
mejores. Le da una utilidad personal e introspectiva.
Además de la literatura, que trata en la primera parte
del libro, el autor trata de las problemáticas de la lógica del beneficio en la
educación, en específico la universitaria, y sobre el riesgo que el afán de
poseer (riqueza, amor o conocimiento) ejerce sobre los seres humanos, temas que
comentaremos a continuación. Además de eso incluye un ensayo escrito por
Abraham Flexner, que trata también sobre la utilidad de lo inútil pero en el
campo de las ciencias puras, donde la mera curiosidad puede permitir grandes
avances, sin ninguna inicial pretensión utilitarista.
Antes de pasar a comentar estos tres campos sobre los
que se centra Ordine me gustaría comentar una afirmación que hace en la
introducción: “el más prestigioso título adquirido con dinero no nos aportará
ningún conocimiento verdadero ni propiciará ninguna auténtica metamorfosis del espíritu”.
Entiendo lo que quiere decir Ordine con esto: el dinero no compra el
conocimiento, pues este proviene del propio interés y del esfuerzo por
aprender. Pero no me parece del todo acertada esta afirmación. El dinero no
compra el conocimiento, no, pero sí facilita el aprender, el tener tiempo y el
no tener preocupaciones más urgentes. El dinero es el motivo por el cual los
estudiantes universitarios siguen perteneciendo, en su mayoría, a clases
acomodadas, y
es que el dinero, en esta sociedad sujeta a la lógica de mercado que Ordine
critica, facilita enormemente la búsqueda de conocimiento.
Sus problemas con la Universidad del mundo moderno se
reducen en la transformación de estas instituciones de instituciones de
enseñanzas a empresas que se dedican a la venta de títulos, que se venden, bajo
la lógica del utilitarismo, como conductos para obtener trabajo inmediato. Algo
que, para el autor, es muy nocivo, pues no se puede ejercer bien ningún oficio
sin una formación cultural más amplia. Esta
lógica lleva a la decadencia de carreras que no supongan recompensas
inmediatas, como las humanísticas (Ordine destaca los estudios clásicos), que
se ven en ocasiones clausuradas, debido a que la falta de estudiantes no las
hace rentables en esta nueva universidad empresa.
En mi experiencia como estudiante esto es, en general, cierto. A los
estudiantes de humanidades (Historia, en mi caso) se nos disuade por esto
mismo: nuestras carreras y vocaciones están alejadas de la lógica utilitarista
que el autor denuncia, porque “de eso no se vive”. Y algunas de estas carreras
se vacían de alumnos, con consecuencias, como el autor dice, fatales. El autor
peca de fatalismo al hablar de la universidad, pero la inclusión de la
educación en la lógica del utilitarismo, en la lógica del mercado capitalista,
es algo verdaderamente nocivo para esta. La disuasión de los estudiantes de
estudiar materias que les interesen porque no son “útiles” puede tener
consecuencias terribles a nivel personal para esos estudiantes, que se quedan
sin cultivar su vocación, y, en general, para las Humanidades como rama
científica, desprestigiada por la lógica del mercado.
Finalmente, en la última parte del libro, Ordine
reflexiona sobre el afán de riquezas, y llega a la conclusión, tras consultar
reflexiones de muchos autores clásicos, que este es una enfermedad. Relaciona
este afán de poseer riquezas con el afán de poseer el amor y el afán de poseer
la verdad, a los que califica también negativamente. Su
lógica se resumen en que “la posesión y el beneficio matan, mientras que la búsqueda,
desligada de cualquier utilitarismo, pueden hacer a la humanidad más libre, más
tolerante y más humana”.
Esta lógica refuerza los argumentos anteriores respecto a la enseñanza y
respecto a la utilidad de los saberes inútiles a nivel personal, que
mencionábamos al principio. Para Ordine, el poseer la verdad produce
dogmatismo, y tiene razón, porque la búsqueda de la verdad permite el escuchar,
contrastar y desarrollar las propias conclusiones. Nadie posee la verdad
absoluta, y nadie debería pretender poseerla, porque ese no es el objetivo de
ningún científico o sabio. El verdadero objetivo es el avanzar en el conocimiento,
tanto propio como colectivo. Y esta conclusión se relaciona también con su
conclusión respecto a los daños de la lógica del utilitarismo en la educación: “sabotear
la cultura y la enseñanza significa sabotear el futuro de la humanidad”.
Esta afirmación puede sonar fatalista, pero entendiendo que una educación
negligente, basada en la obtención inmediata de títulos y oficios, puede llevar
a este dogmatismo que Ordine teme tiene mucho más sentido. Porque los saberes
inútiles son, para Ordine, lo que nos hace abiertos, y lo que nos hace
acercarnos al conocimiento de manera desinteresada.
La curiosidad, y no la posesión de la verdad, es lo que nos hace tolerantes, libres y humanos. Y no hay saberes que estén más impulsados por la curiosidad, por el afán de conocer y de aprender, que los saberes inútiles, sin ningún valor dentro de la lógica del beneficio y de la posesión que imbuye toda nuestra cultura actual. Porque estos saberes tienen una utilidad personal e introspectiva, pero mejorándonos a nosotros mismos podemos también mejorar como sociedad.